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viernes, 13 de septiembre de 2013

CUANDO NO ESTÁS SEGURO NI EN TU PROPIA CASA




 LAS BICICLETAS YA NO SON PARA EL VERANO

Al menos, no lo serán para lo que le resta a un muchacho al que quiero con toda mi alma. Me han robado. En mi propia casa. Y no es la primera vez. La primera fue cuando una persona que me habían enviado los servicios sociales de mi Comunidad, para ayudar a cuidar a mi padre, enfermo de E.L.A y postrado en cama, comenzó a quitarles a mis padres dinero. Cuando nos dimos cuenta se había llevado mucho, abusando de la indefensión de dos ancianos. 
Esta vez, la segunda, no sé quien ha sido. Pero sí sé que para hacerlo, han tenido que saltar una valla de dos metros de altura, pasar a un jardín, de ahí a un garaje, entrar en él y se han llevado una bicicleta, la misma que le habían traído como regalo los Reyes a mi hijo mayor.
El problema, ya no es la bicicleta, aunque me fastidie mucho por el chico, que la había elegido entre muchas porque se adaptaba a su peso, altura...etc. Además, en un alarde de generosidad sin par, no me dejó regalarsela para Reyes, sino después, en Enero, para que me saliera más barata. Por eso en Reyes, le regalamos su hermano y yo una cajita de cartón con una bici de plastico, como símbolo de que más tarde tendría la de verdad. Como digo, el problema ya no es la bici. El problema es la invasión de un hogar, la impunidad con que puede hacerse, la indefensión que sientes. Me pregunto qué podría haber pasado si en el momento del allanamiento y robo, hubiera habido alguien en el jardín, por ejemplo mi madre anciana. O si llegamos cualquiera de la familia y nos encontramos a quien sea robando en nuestra casa. 
Cuando esto ocurre, el hogar, dulce hogar, se transforma en Miedo. Me gustaría, que cuando después de un día de trabajo agotador llegara a casa, me abrazara la calma de mi espacio, el abrazo de la seguridad de que dentro de unos muros, y por unas horas eres inmune a las amenazas. Poder dormir tranquila unas horas ¿Es mucho pedir? Pues gracias a un miserable ladrón, ni esto es ya posible. Ahora...¿Qué hacer? ¿Nos atrincheramos? ¿Recorremos el espacio que separa la casa de la salida con un palo por si el agresor ha regresado? En mi casa viven dos chicos, una anciana y yo, que no tengo media torta. ¡Menudo ejercito para defender la plaza! Repito...unas horas de calma mientras el sueño te repara para afrontar el día siguiente es mucho pedir?

Para algunas personas parace que sí lo es. 

Mi nombre es Manuela. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

En los instantes amargos, no perder los nervios ni la calma es fundamental. Manuela, ánimo y fuerza, ambos de gran importancia.

ESTAMOS CONTIGO TODAS LAS PERSONAS QUE TE QUEREMOS.