Y un atardecer, ya no sé cuando, me quedé dormido al pie de un almiar; desperté ya de noche, las estrellas brillaban y titilaban, los haces de heno proyectaban sus sombras tras de sí, la luna tenia un hermoso rostro plateado.
¡Qué lejos está todo eso! ¿Vivía en aquel tiempo? ¿Era realmente yo? ¿Soy yo ahora? De repente, cada minuto de mi vida se encuentra separado del otro por un abismo, entre ayer y hoy se interpone una eternidad que me espanta, cada día me parece que no era tan miserable la víspera y, sin poder decir qué era lo que tenía de más, siento que me empobrezco y que cada hora me despoja de algo, asombrado tan sólo de que todavía quede en mi corazón un lugar para el sufrimiento. Pero el corazón del hombre y de la mujer es una inagotable fuente de tristezas: una o dos dichas lo colman, y todas las miserias de la humanidad pueden darse cita en él y convertirse en sus huéspedes.
Marpin y La Rana