Érase una vez una jaula
vacía. Día tras día, los años se iban amontonando sobre ella. "Si
soy una jaula -pensaba- estoy hecha para contener un ave en mi interior. Para
que se balanceé en el columpio, tome su alimento del pequeño comedero y beba de
la poza para el agua".
Así que una mañana, cansada de
esperar, la jaula salió en busca de un ave.
- ¿Quieres vivir conmigo?-
preguntaba a todos los pajaros que encontraba en su camino.
Muchos ni siquiera le
contestaban. Otros le decían que tenían polluelos que alimentar o cielos que
recorrer. La jaula comenzaba a sospechar que siempre estaría sola.
Un atardecer, encontró a un
ratoncillo herido en el camino. El animal, con una pata rota
y medio muerto, pronto sería pasto de los depredadores. La
jaula lo cuidó, alimentó y veló sus febriles sueños, protegiéndole
de sus naturales enemigos con sus hierros, hasta que poco a poco, el
ratón fue recuperando la salud. Se hicieron amigos y por primera
vez, la jaula se sentía bien. Más entonces recibió la visita del Ministro de
las Jaulas conminándole a echar al ratón.
- Tienes que echar a ese intruso.
Eres una jaula para pájaros y no puedes albergar ratones.
- Si lo echo ahora, no durará
mucho. No puede aún correr y se lo comerá quizá el mismo pájaro que luego
venga a vivir conmigo.
-¡Ese no es asunto nuestro!
-¡Ese no es asunto nuestro!
La jaula reflexionó. No podía
perder al único ser que la hacía feliz por unas rígidas normas, así que hizo
caso omiso de la orden y no sucedió nada. Mientras el pequeño roedor, mejoraba
día a día.
Cuando estuvo sano, la
jaula decidió que prefería quedarse sola a verlo triste. Preparándose
para el adios, abrió la puerta. El ratón, tras semanas de encierro, corrió
veloz al campo.
Al anochecer, oyó su voz. Se
había hecho una especie de alas con plumas de pájaros cogidas del suelo y
cómicamente imitaba los movimientos del vuelo.
- Eh, preciosidad...¿Tienes un
rinconcito para mí?
Y el ratón se quedó en la jaula de las puertas abiertas. Cada día le traía una flor. De nuevo el Ministerio de las Jaulas mandó a su emisario para decirle que una vergüenza y un mal ejemplo para todas las de su estirpe y que cerrase las puertas de inmediato. Esta vez, la jaula, ni se molestó enrecibirle.
Y el ratón se quedó en la jaula de las puertas abiertas. Cada día le traía una flor. De nuevo el Ministerio de las Jaulas mandó a su emisario para decirle que una vergüenza y un mal ejemplo para todas las de su estirpe y que cerrase las puertas de inmediato. Esta vez, la jaula, ni se molestó enrecibirle.
RANITA
MARPIN Y LA RANA
2 comentarios:
Precioso, gracias por el tiempo de leerlo y la sensación tibia que te llevas con él.
Besos
Me gusta mucho como escribes.
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