Pero si exceptuamos la voz de algunos visionarios como H.G. Wells, la verdad es que el cerebro humano sólo puede prever los cambios graduales característicos de la selección natural que ha presidido el desarrollo de las especies. Al neocórtex le está vedado vislumbrar el cambio exponencial, o su equivalente: la comprensión en un instante de la inmensidad del tiempo geológico.
La fábula del emperador chino y el maestro de ajedrez que le enseñó a jugar es muy ilustrativa. Ante la insistencia del emperador en que el maestro de ajedrez le pidiera el regalo que quisiera como contrapartida a sus lecciones, éste accedió a recibir la cantidad de arroz resultante de poner un grano en la primera casilla, dos en la segunda, cuatro en la tercera y así sucesivamente. Al emperador le costó salir de su asombro -demasiado tarde-, cuando los cálculos del maestro de ajedrez mostraron que no bastaría todo el arroz de China para cumplir su promesa. El emperador, como la gran mayoría de homínidos, no era capaz de pensar exponencialmente.
Hace cuatro mil millones de años, la Tierra fue bombardeada, probablemente por miles de asteroides, las temperaturas eran incendiarias, no habia oxígeno para respirar, la luna estaba pegada en la línea del mar -antes de irse alejando como ahora-, como único horizonte existente en aquel planeta marino, todavia sin tierra.
-Eduardo Punset-
El blog de marpin y la rana
3 comentarios:
H.G. Wells era un autentico visionario.
No conocía la fábula del emperador chino y el maestro de ajedrez, buena lección.
Saludos
:)
Efectivamente, creo que así fue en el XIX, tal como lo dijo H.G. Wells. Lo mismo podríamos decir del XX, sencilamente porque lo sabemos aunque no lo dijera H.G. Wells y del XXI, pues seguramente que no faltará quien diga otro tanto. Para mí, pr ejemplo, esta maravilla de la comunicación, la estoy viviendo como una auténtica revolución personal. Un beso
Gracias Ana y Antonio por vuestros amables comentarios.
Un abrazo fuerte.
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