EL BLOG COMPARTIDO

domingo, 19 de junio de 2011

ALGUIEN SILBO BAJO EL NIDO DEL CUCO

 
Cuando era pequeña,  aquella casa entre eucaliptos era mi hogar. Tras regar y barrer el jardín, el atardecer daba el relevo a noches suaves y estrelladas. Mi madre me daba helados hechos por ella con leche recien ordeñada que le traían a diario. A mi padre le gustaba tumbarse y dejarse dormir mirando el cielo, mientras  los grillos le acunaban. Y estaba el cuco.
Cada noche el cuco entonaba su canto. ¡Cú!...¡Cú!...¡Cú!...
Aquella vez mi padre decídió responder su singular cadencia, y silbando y al mismo intervalo de sus sonidos, contestaba:
- ¡Cú!
Al cuco pareció gustarle el juego, y se entabló un diálogo entre hombre y pájaro, que supongo cada cual interpretaba a su modo. Yo, niña espectadora de aquel dueto improvisado, observaba divertida.
- ¡Cú! -afirmaba con convicción el ave, con sonidos cada vez más cercanos.
- ¡Cú!- respondía con travesura y curiosidad el autor de mis días. 
Lo cierto es que el animal, atraído quizá por lo que intuía una noche de pasión, se posó suavemente en nuestro tejado. Mi padre, con el dedo indice sobre los labios y después señalando el alero,  me indicó conteniendo la risa, que algo estaba a punto de suceder. Ambos estabamos espectantes.
- ¡¡Cuuú!! - sonó potente el grito del cuco, decidido a no dejar pasar su oportunidad.
- ¡Cú! - respondió mi padre haciendo que su silbido sonase a la par esquivo,  a la par insinuante.
Lo siguiente ocurrió en un segundo. El galán debió entender que su cortejada y silbante novia le daba el visto bueno, y se lanzó en picado hacia la hamaca donde se encontraba mi padre.  Éste,  que le vió volar hacia él a toda velocidad, se levantó de un salto y echó a correr manoteando y perseguido por el pájaro, no se sabe si buscando a su amor o dispuesto a vengar la cruel afrenta. Yo grité batiendo palmas,  entre la risa y el miedo.

Hoy muchos años después, cuando ya mi padré partió y vive en mi memoria, he escuchado un cuco desde mi buhardilla, aquí en mi ciudad. Y su sonido me ha llevado al Pais de los Recuerdos Gratos, donde hasta las lágrimas saben a algodón de azúcar. Quizá sea su alma, traviesa y alada.

Ranita




7 comentarios:

Antonio Fernández López dijo...

Precioso recuerdo que lo vives y a su vez nos das paso a los demás para que l podamos vivir contigo y para que yo pueda evocar aquellas noches en las que yo dormía dentro de una espuerta que me preparaba mi pardre y con todo el cielo estrellado por techo, mientras el sonido monótono del ventilador del horno en el que mi padre convertía los ladrillos de barro en ascuas vivas, llevaba el aire por las galerías cargadas de material nuevo, como en un proceso sin fin. Un beso

Montserrat Llagostera Vilaró dijo...

Que lindo relato Ranita.

Recibe besos desde Valencia, Montserrat

Soledad dijo...

Me ha gustado mucho, sabia que eras la ranita, al leerte, imagino que por lo que cuentas.
Bonito relato que guardas en tu memoria. Es curioso, las cosas que pasan con una persona muy querida nunca se olvidan.
Seguro que tú padre sonreira desde donde esté y te ofrecerá algodón dulce para que las lágrimas no sean tan saladas.

Un enorme beso.

Soledad, del que era anteriormente el blog " entre tus ojos, Ahsia"

escuchando palabras dijo...

mur tierno relato besos

Mascab dijo...

Un relato precioso. Me has emocionado con tu Cu-Cu

Besos.

Alma Mateos Taborda dijo...

Bonita historia y muy bien contada. Sí, quizás lo sea, para volverte al recuerdo de aquel hermoso episodio. Un abrazo.

mária dijo...

Ranita, que recuerdos tan bonitos que nos cuentas. Nunca había oido algo parecido.
Me gustan esas lágrimas que saben a algodón de azucar.
Que tengas una buena semana.
Besos.