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lunes, 1 de noviembre de 2010

DIA DE TODOS LOS SANTOS (A una anónima mujer enamorada llamada Natalia).



Hoy debo algo a alguien. Lo he prometido.Tengo que escribir un relato  dedicado a una mujer que no conozco ni conoceré, pero que se ha valido de mí de una forma exquisita, usándome sutilmente para  cumplir una palabra dada.

Esta mañana, camino del cementerio, refunfuñaba entre dientes. Me fastidia cumplir con la parafernalia ritual, pero alguien tenía que llevar a mi madre a rezar por sus difuntos. Sentada en la parte de atrás del coche, se le ve encogida. Para ella es un mal trago. Sabe que pronto ella ocupará un lugar permanente en ese sitio que ahora sólo visita una vez al año. Mi hijo  se ha apuntado. Siente curiosidad, Bien, es hora de que aprenda algo mas de la muerte que lo que ve en las películas de miedo.

No había aparcamiento, así que tuve que dar unas cuantas vueltas antes de poder ocupar el lugar que dejaba un todo-terreno, a bastantes metros de la puerta principal.

Un gran cartel en la  reja de la entrada reza: “Flores, agua, trapos de limpieza y velas a precios económicos”.  Tras él, varios tenderetes con  toda clase flores de plástico, aportan al lugar un toque exótico y ficcticio, que a mi juicio  le queda grande al día. “Pronto venderán ataúdes en miniatura con nombres y muertitos que se levantan y saludan”- le digo a mi madre. Ella me mira muy sería. – “Ay, hija, cómo eres. Ni un día como hoy dejas de hacer bromas”-

De camino,  nos encontramos a unos viejos amigos. Él, Diego,  un hombre de casi 90 años, ha perdido a su mujer este verano. Le acompaña su hija, que además, le sostiene. Los ojos de ambos están llorosos. Les saludamos, y mi madre y el anciano se enzarzan en una conversación recordando  tiempos viejos. La hija y yo, aguardamos pacientemente. En ese momento, he visto  una preciosa rosa roja aterciopelada, sujeta apenas en el enrejado de la valla del camposanto.

Sin pensar demasiado, he cogido  esa rosa. La he mirado. Estaba fresca. Seguramente se había desprendido de un ramo para un difunto, y alguien la había puesto ahí. La rosa parecía  absolutamente indefensa, y yo me sentía un poco fuera de lugar con ella en la mano.  Cuando se despedían ya mi madre y el anciano, sin saber por qué,  le he dicho a la hija: -“Toma.”- Ella, al principio, ha hecho un gesto para cogerla, pero después ha retirado la mano. – “No, no, es la flor de un muerto”.

“La flor de un muerto”. Me he quedado pensativa, mientras caminábamos hacia la entrada. Tras esto, y sintiéndome  ridícula  con la rosa en la mano,  la he dejado encima de un banco.

Llegando a la puerta que da acceso a la morada de los difuntos, me asalta un terrible remordimiento: “He abandonado a la rosa”. Y sin pensarlo, echo a correr sobre mis pasos, la recupero y vuelvo con ella. Mi hijo se parte de risa en mis narices.

Por el laberinto de pasillos, hoy llenos de flores y velas, llegamos a la tumba de mi abuela. Mi madre se para, la mira, reza. Lagrimas silenciosos resbalan por sus ojos. Yo me alejo un par de pasos para respetar su intimidad. Entonces algo ha llamado mi atención. 

Un nicho ajado. Polvoriento. Muy antigüo.  Hay una sola flor marchita en él.  En la lápida centenaria  se lee una inscripción: 
“Al mejor amigo, al mejor compañero, 
al mejor padre. A mi amor. 
Nunca te faltará  la flor de mi cariño. 
Te quiero. Tu esposa:  Natalia”.

Como un pasmarote ante esa tumba, con mi flor en la mano,  hipnotizada, traspasada de amor ajeno, he entendido. Con cuidado, he puesto la rosa sobre el nicho. La flor para un amor muerto. Natalia sigue cumpliendo su palabra. Y yo,  tengo que contarlo. Esto no puede quedar en el anonimato de un cementerio. Es lo más entrañable que me ha sucedido en mucho tiempo: ser el instrumento de un amor más allá de la muerte. Gracias Natalia por elegirme a mí.

Camino al coche, me quito una lagrima de un manotazo. Mi madre me ve: “Hija,  no llores”. – “Lloro de alegría, mamá”. No me entiende, claro.


Natalia, anónima mujer enamorada, estoy segura, que el año que viene, ese nicho tendrá otra flor que alguien llevará en tu nombre.  Este es mi homenaje. Te lo has ganado.

Ranita

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy potito bonito bonito
Buen dia.
A.

Anónimo dijo...

Es una historia real preciosa.
Alejandro

Mª Pilar dijo...

Me ha encantado, ojalá hubiesemuchas personas como tu y Natalia te lo agradecerá desde el más allá.

Un abrazo

Pilar

Sony dijo...

hay mi querida ranita,quizas jamas imaginaste en la vida que serias portadora de una preciosa rosa que has depositado en un nicho viejo y abandonado.
estoy segura que natalia te lo agradecera aternamente amiga y te confieso que me has echo emosinar con este bello relato que es tambien una manera de homenajear a nuestros queridos muertos.

un fuerte abrazo amiga y que tengas una feliz semana.

Tessa dijo...

Hola Marpin:
Preciosa historia, en un dia tan triste y lleno de recuerdos.

Saludos
Tessa

Tatiana Aguilera dijo...

"Ser el instrumento de un amor más allá de la muerte"...¡Qué bello lo que has escrito! y sobretodo lo que hiciste. De seguro ahora tienes otro ángel en tu días.
Un abrazo amigos.

Pilar Abalorios dijo...

Ranita, que alegria saberte fuera de otras charcas y que dulzura leerte. Sin duda Natalia seguirá encontrando almas sensibles que lleven su rosa.
Precioso

caly dijo...

Muy bello relato, te muestra como una gran persona.
Un gran abrazo!!

EL BLOG DE MARPIN Y LA RANA dijo...

Mª Pilar: es un hecho real, ha ocurrido tal como lo cuento.

Gracias por tu visita y palabras.

EL BLOG DE MARPIN Y LA RANA dijo...

SONY: Si te ha gustado el relato, encantados. Yo también me he emocionado al dejar esa rosa lozana sobre un niño centenario.

Un abrazo muy fuerte.

EL BLOG DE MARPIN Y LA RANA dijo...

TESSA: Bienvenida a este Blog. Ponte cómoda y acompañanos en este trecho común con tus palabras y tu resencia. Gracias por estar con nosotros. Es un honor.

EL BLOG DE MARPIN Y LA RANA dijo...

TATY: Un amor que no termina con la muerte, eso si que es lo más valioso que puede vivir un ser humano. Hoy lo he vivido a través de otras personas, y deseo que todos podamos vivir en la vida -y en la muerte- un sentimiento así de profundo.

Un abrazo, querida amiga.

EL BLOG DE MARPIN Y LA RANA dijo...

PILAR: Ojala Natalia siempre tenga algún instrumento para cumplir la promesa a su amado.

Un abrazo enorme.

EL BLOG DE MARPIN Y LA RANA dijo...

ALEJANDRO y A: Muy amables, gracias a ambos.