Carlos Arean
ELLA acababa de salir de la ducha, donde decidió meterse para despejarse. El agua sobre su cabeza cayendo a borbotones le dejaba una sensación de limpieza cerebral. Aquel trabajo la estaba desquiciando. Era una especie de reto cumulativo, fruto de uno de sus ataques de perfeccionismo súbito. Cada vez que llegaba a una meta, se auto exigía una más alta., esto a veces, suponía empezar de nuevo de cero desechando el trabajo de horas. Y estaba repercutiendo en su ritmo vital, en su descanso e incluso en su alimentación, pues lo mismo pasaba horas sin acordarse de la comida, que le entraba un hambre feroz que le llevaba a ingerir más alimentos dulces de lo que su dieta requería. Ella misma reconocía la acracia de sus horas. . Una especie de caos bilológico imposible para nadie que no fuera ella..
EL la observaba de cuando en cuando y se admiraba de su capacidad de trabajo, sin osar molestarla. Ella podía pasar horas y horas trabajando sin parar, dormir apenas y levantarse de nuevo al poco tiempo para continuar trabajando. Cuando estaba en ese especie de trance, era mejor dejarla a su aire y no interrumpir sus complicados procesos mentales. Por su parte, él continuaba con su aparente calma despreocupada. Semi indolente, pasaba las horas sumido en sus pensamientos, en sus lecturas y escritos, y en una batalla químerica y quijotesca contra no se sabe muy bien qué enemigos de la humanidad.
ELLA, sentada junto a la ventana, miraba con el ceño fruncido sus apuntes. El pelo, humedo y rebelde, le tapaba los ojos . En un gesto maquinal, cogió su melena y la anudó de cualquier manera sujetandola con un lapiz a modo de improvisado pasador. De pronto, sintió necesidad de una fruta dulce y fresca. Se levantó y enseguida volvió con una mandarina en su mano, que comenzó a pelar lentamente como si de pronto todas sus prisas se hubieran desvanecido.
EL, comenzaba a sentir sopor. Ella le había despertado sin querer la noche anterior, y ya no pudo conciliar el sueño. Ahora la placentera brisa de la tarde le mecía y empezaba a quedarse dormido, cuando la silueta de ella se recostó a contraluz. Olia a mandarina y le ofrecía un gajo ¿Quieres?
Ranita
7 comentarios:
BUENOS DIAS AMIGOS:
YO VIVO EN LA TIERRA DE LAS NARANJAS Y LAS MANDARINAS.
QUIZA SI COMIA MUCHA FRUTA POR ESTO TENIA TANTA ENERGIA PARA TRABAJAR.
CHAPEAU POR SU PAREJA, QUE LA RESPETABA EN SU TRABAJO, Y LA ACOMPAÑABA PACIENTEMENTE EN SILENCIO, SIN MOLESTARLA.
MUY BUEN RELATO.
RECIBID UN ABRAZO TODO EL EQUIPO,
Montserrat
Muy refrescante para estos días insoportables de tanta calor!!!
Me ha gustado mucho. Gracias, Ranita.
Muy buen relato, me dieron ganas de comer una mandarina, a medida que iba leyendo se me hacia agua la boca!! jajaja, muy bueno
Un abrazo
Caly
Me ha encantado, ella, él, parecen tan lejanos y están tan cerca.
Me gusta el relato. Hay personas que no tenemos el don del orden, ni del espacio ni del tiempo. Son otros ritmos distintos, pero son los nuestros.
Besos.
Pero que bonito relato , las mandarinas su color su sabor delicioso
Un abrazo con cariño
A eso le llamaría yo hacer el amor.
Seguro que se merendó el gajo y tuvieron un magnífico orgasmo.
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