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viernes, 30 de julio de 2010

A unos ojos


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Señora:
Tiene usted en el rostro dos espejos tan oscuros y luminosos que un pobre mortal  como yo no sabe definir. Dos laberintos cabalísticos donde el enigma es arte y el arte letal garfio que me atrae al abismo.  No puedo mirar esas lagunas sin perderme en ellas, señora, y cuando caigo en sus aguas  ¡pobre de mí! me dejo mecer por las olas   que bordan de encaje un manto negro.

Señora:
El contraluz de sus pestañas es el telón de un escenario que sube y baja manejado por un alocado tramoyista. Y yo, espectador fiel, rio y lloro al compás de los guiños de los que me apropio sin que usted lo sepa, como furtivo ladrón.

Señora: 
Experto en el  dialecto mudo de sus ojos,  la miro y me hipnotiza. Si llora usted, señora, llora el universo, pues hasta los dioses se conmueven del rastro acuoso que su pena tatúa en la piel del mundo.

Señora, se lo ruego, cierre los ojos un segundo y no los abra. Necesito ese tiempo para poder besar sus labios sin que me deje usted totalmente indefenso.

José

3 comentarios:

Patricia 333 dijo...

Señora:
Tiene usted en el rostro dos espejos tan oscuros y luminosos que un pobre mortal como yo no sabe definir.

Si que lo sabes lo definiste muy bien
me ha encantado el escrito

Un abrazo desde mi Mexico

Montserrat Llagostera Vilaró dijo...

UN HALAGO, BELLO, BELLÍSIMO A ESTA SEÑORA, MUSA DE TU INSPIRACIÓN.

ENHORABUENA, Montserrat

Pilar dijo...

Por una mirada un mundo...