La Historia contempló cómo esta profecía se convertía en realidad cuando el puñado de supervivientes fieles nazis bajó dominado por la inquietud al estudio subterráneo de Hitler, en el día 30 de abril de 1945, y contempló sus restos mortales aún calientes, derrumbados en un diván, con la sangre goteándole de la caída mandíbula, y una herida de la bala en la sien izquierda, y a su olfato llegó el olor de almendras amargas que aún impregnaba el aire. Lo envolvieron en una gris manta militar, y lo transportaron al jardín de la cancillería, devastado por las bombas. Depositaron el cuerpo en un cráter, lo rociaron con gasolina y le prendieron fuego, mientras quienes fueron sus ayudantes y colaboradores saludaban apresuradamente y volvían a guarecerse en el refugio. Así termino la guerra de seis años de Hitler.
-David Irving-
Marpin y la Rana.
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