No me impacta la noticia de la condena. Era lo
esperado. Me impacta tu ropa negra, que al fin te permites poner en
señal de luto, porque oficialmente tus hijos ya no son dos criaturas
desaparecidas, sino dos niños asesinados, aunque no se te autorice aún
a enterrar sus restos. Me molesta el seguimiento mediático y morboso
de cada gesto del ya no presunto asesino, haciendolo mucho más
protagonista de algo que nunca debió protagonizar. Flaco favor se le
hace a un verdugo, capaz de sacrificar a sus propios hijos como chivos
expiatorios de su venganza, convirtiéndolo en una estrella de
informativos y programas amarillos. Pienso en ese hilo que une a las
madres con sus hijos, tengan la edad que sea y que a modo de
imaginado cordón umbilical une sus existencias. El tuyo con tus dos niños del alma,
Ruth, tú sabías que no llevaba a ningún lugar de vida. Me indigna que un
fallo de profesionalidad imperdonable, estuviera a punto de dejar el
caso en vía muerta, y medito sobre la inmensa responsabilidad de las
personas de cuyos trabajos dependen vidas, muertes y sentimientos. ¿Qué
habría pasado si el juez instructor se hubiera conformado con la prueba
que afirmaba que eran huesos de ratones y pájaros, lo único material que
quedaba de los pequeños? No soy capaz de revestir de palabras tu dolor -ni
puedo- pensando en ese horno crematorio, último escenario de dos seres
indefensos y aún vivos. Ni siquiera puedo afirmar que se haya hecho
Justicia. JUSTICIA (con mayúsculas) sería que Ruth y José estuvieran
vivos y disfrutando de sus vidas, y tú de ellos. Sólo podemos decir que a
trancas y barrancas, la administración de justicia ha funcionado. Y esa
justicia con minúscula se me antoja demasiado pequeña e insuficiente.
RANITA
MARPIN Y LA RANA
MARPIN Y LA RANA
No hay comentarios:
Publicar un comentario