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domingo, 16 de junio de 2013

LA PLEGARIA



 "El beso de Judas".- Gaudí. Catedral de la Sagrada Familia (Barcelona)


Un hombre, con dos brazos, dos piernas, con cerebro, que sabía hacer muchas cosas pero que prefería no hacerlas, se dejaba caer en la desesperación y la tristeza, día sí y día también. Siempre había tenido a su lado personas que le habían tendido una mano en momentos de necesidad sacandolo de todos los apuros donde sus actos lo habían llevado.  Sus padres, sus seres queridos, sus amigos jamás lo dejaron solo. Pero él se seguía quejando.

Atravesaba una mala racha económica, como casi todos en el reino  donde vivía, pues una mala gestión de los gobernantes y una crisis a escala global,  habían sumido al pais en una pobreza casi generalizada. Todos tenían que hacer esfuerzos en su economía, precindir de cosas, trabajar muchas más horas por menos dinero. Aún así, había gentes que seguían luchando, que aún encontraban formas no sólo de seguir adelante, sino de ayudar a los más necesitados, y encima sacaban fuerzas para sonreir, que en tiempos de penuria,  una  sonrisa o una palabra de ánimo producen mayor efecto terapeútico que la mejor medicina. Pero  a aquel hombre, todo eso le importaba un bledo. Miraba su ombligo, y lloraba su mala suerte.  Se salía al sol, y lloriqueaba. Se tumbaba y clamaba su tristeza y desgracia, y el propósito más loable que se hacía en los días, era coger una botella e ir a bebersela a cualquier cementerio para contagiar su dolor también a los muertos.

Un día,  mirando al cielo exclamó:

- ¡Oh dioses, quitadme a los amigos!

Las nubes, imperterritas, pasaban por encima de su cabeza. Ningún Dios asomó la cabeza.

-¡Oh dioses, quitadme el amor! ¡Oh dioses, quitadmelo todo, pero dadme dinero!

Los cielos no se inmutaron. Pero una figura salida de  no se sabe donde, cuya voz ponía los vellos de punta con sólo sentir su susurro, le dijo:

- SEA. Que se cumplan en parte los  deseos de quien valora más el dinero,  que la amistad verdadera y el amor, no merece ninguno de ambos. 

- ¡Pero ése no era el trato! -clamó el infeliz. Yo pedí cambiar mis afectos por dinero. 

- ¡Pobre mentecato! le dijo aquel ser. ¿Aún no has entendido que hay cosas con la que ni los demonios del averno pueden hacer negocios? Tu alma de mercader te ha hecho apostar lo más valioso que tenías. Has querido vender por monedas lo que es sagrado. Y eso te ha hecho no ser digno de poseer tan preciosos dones.

Y aquel hombre, se quedó sin nada. Perdió a sus amigos y perdió a su amada, porque  la amistad o el amor verdaderos, no son objetos de compraventa, ni canjes, ni trueques. Se entregan sin más, y se alimentan de sí mismos. Quienes los tienen poseen el mayor de los tesoros y en sus manos está conservarlos. Y ni los mismos dioses tienen el poder de comerciar con lo que no tiene precio, sino valor.

¿Que quien era esa figura siniestra?

Nadie. Absolutamente nadie. 


CUIDADO CON LOS DESEOS: SE PUEDEN CUMPLIR.

RANITA


1 comentario:

Pilar Abalorios dijo...

Cuidado con lo que deseas...buen consejo.

Un beso