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viernes, 10 de mayo de 2013

CUENTO: EL POLICIA Y EL TERRORISTA.



  

A las once de la noche, Ignacio García hacia su turno de guardia en las puertas de la Comisaria de la plaza de Mondragón. García se disponía a comerse un caramelo.

A la misma hora, un motorista dobló la esquina y al pasar por delante del edificio, arrojó en la acera un pequeño bulto, el paquete rodó hasta los pies del agente "casi podía tocarlo". Durante un segundo pensó en salir corriendo,  algo en su interior se lo impidió:- ¡Es demasiado tarde, mí vida se termina!

En un instante el policía rememoró su pasado y su presente más reciente; sus padres, su niñez, su juventud, su primer trabajo, su hogar a medio pagar, su lucha junto a su mujer para poder sacar dignamente a sus tres hijos y al caradura de su cuñado.

Dicen los sabios que el silencio absoluto no existe y que el reloj no se detiene nunca, por nada ni por nadie. El segundo de García llega a su fin...el paquete bomba de fabricación casera estalla con estruendo y la metralla;  clavos, tuercas y tornillos se incrustan en el cuerpo de García.

Mientras tanto y a un centenar de metros de distancia, el motorista ha abandonado el caballo de hierro y el casco en un contenedor de basura, a paso ligero se dirige hacia las afueras de la parte  antigua de la ciudad. En el número 111 de la calle Barretxe, le esperan un grupo de personas, la mayoría jóvenes. Le recibe un tipo barbudo de ojos fríos como el hielo y boina negra como el alma del diablo. El motorista habla en voz baja con el barbudo y éste le da palmadas en la espalda alabando su acción militar. Entran al salón y el barbudo -comenta a los presentes: ¡Atención. El atentado ha sido un éxito. Viva la libertad y mueran los opresores!¡Vamos a celebrarlo! ¡Borja saca los licores y  la cocaína!  Paga la organización.

El barbudo de ojos gélidos - pregunta al motorista ¿Cuántos han caído...?

- No lo sé, yo he visto caer a un hombre - replica Igor, un muchacho de veintidós años.

- Toma -dice el barbudo tendiéndole una bolsa con mucho dinero. ¡Te lo mereces!

- No lo quiero. Estoy harto de asesinar en nombre de una causa injusta y cruel. Por unos indeseables como vosotros, así el pueblo vasco nunca será libre. Me arrepiento de robar, matar y extorsionar en vuestro nombre. Al fin y al cabo vivimos a costa del miedo. Ya no creo en la independencia a costa de la masacre. ¡Es atroz! Hoy he visto a un inocente reventando por los cuatros costados. Yo me largo. ¡Adiós para siempre!

Espera, espera camarada  -ordena el barbudo a la vez que le hunde en el corazón traidoramente una navaja automática, Igor se desploma inerte sobre las baldosa del suelo.
                                                                       

-Bien,  bien Igor - exclamó el policía Ignacio García,- que ya le había perdonado, y le tendía su mano  para que subiera por la rampa que les llevaría a los valles de la Infinita Eternidad. 

"colorín colorado el cuento se ha terminado."

FIN
Miguel A B G.

MARPIN Y LA RANA



                                                               

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