¡No puedo descansar, no puedo descansar - musitaba Caníbal- mientras se adaptaba al SubInfierno, la que anteriormente había sido él, obviamente desconocía el tiempo que llevaba en la espeluznante estación; una micro-eternidad, un nano-segundo, un no sé qué... no deseaba saberlo. Había acabado en el SubInfierno, por ahora la información obtenida era suficiente. Estar, sí, estar mejor que no estar, obviamente, volvió a repetir- el sitio no era de placer. Claro, naturalmente que había visto infiernos mucho peores. Allí el agua brillaba por su ausencia y los alimentos escaseaban; perros mitad gatos, ratas con caparazones de cucarachas... Caníbal, estaba obligada a comer miembros de su misma especie si deseaba evolucionar. En el SubInfierno no predominaban los fuegos "siempre abrasadores", totalmente prohibido malvivir en pareja o en grupos y había un tremendo castigo - Deportación a planos horrorosos y sin equilibrio alguno, las almas viajaban individualmente por una autopista interminable, el vehiculo ellos mismos; casi nunca podían detenerse y tampoco deambular de dos en dos ni en paralelo, obligados al haz bien con mal, presionados por las Malas Energías al canibalismo de auras y materia. Práctica habitual en el SubInfierno comerse unas almas a otras para acceder a cotas más elevadas o profundas u retroceder, quizá, adonde se borraba el origen de los recuerdos del ser...
El SubInfierno carecía de mañanas y de noches, únicamente contaba con el atardecer. Un hambre voraz oprimía las entrañas de Caníbal, un chivato sideral con forma de bacteria le susurro - el expediente de su futura víctima (Un precoz asesino que por envidia exterminó a sus padres, abuelos y hermanos)
Efectivamente, al cabo de un rato, Caníbal capturaba a un niño escuálido. Le contempló un instante; parecía enfermo y sudaba a chorros, lentamente le succionaba y arrebataba toda su existencia de una, -exclamando pomposamente:-¡Te libero con la desintegración total! Ni en los infiernos te quieren, niño malo!
La noche no se marchó con la mañana, el atardecer se perpetuaba, Caníbal, sumido en el silencio devoró las desnutridas proteínas de un alma equivocada, luego se comió la cabeza, el tronco y casi todas las extremidades, todavía le quedaba una mano guardada en su zurrón estelar. De súbito la mano la agarró de la cabellera, zarandeandola de aquí para allá.
Caníbal experimento asco y vértigo, nadie le había tocado en los infiernos, ¿qué estaba pasando? comer conciencias oscuras era un ritual normal en aquellos lares. Ofrenda para Caníbal. Eterna soledad y fin del pequeño ser, un malvado gurú. - Y la Mano, la desagradecida Mano la recompensaba atacándola y no la soltaba. No la soltaba sino que la apretaba fuertemente. Trató de zafarse y la Mano la sujetaba firmemente. El dorso era ancho, las uñas largas y las puntas de las cinco yemas asperas:-No podrás conmigo, - gritó la mano, aunque no tenía boca.
La sorpresa hizo reflexionar a Caníbal oh ¿también en el infierno soy una enajenada?, ¿merece la pena que mantenga una cuerda e incoherente charla con la Mano que me habla?
("La cuestión es que debía comerselo entero o una parte de la energía resultante de la rebelde Mano no se desintegraria, Caníbal se avergonzó porque tendría consecuencias. ¿El extraodinario suceso cambiaría su proceso evolutivo?
-La Mano la soltó suavemente y le acaricio sus sienes -diciendo:- Juntos recorreremos los rincones infernales y nos haremos compañia.
Ok, ok, - le respondió Caníbal, algo más libre de pensamientos impuros. ¿Cuántos infiernos hay?
-Ufff, ¡Muchos! No te lo puedes ni imaginar.
FIN
Marpin y la Rana.
2 comentarios:
Magnifico relato, marpin.felicidades.
Ranita.
Muchas gracias,guapa.
Publicar un comentario