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lunes, 19 de septiembre de 2011

No te desesperes, amiga y amigo. - Gustave Flaubert. Cartas del viaje a Oriente.



A Louis Bouilhet

El Cairo, 15 de enero de 1850

Esta mañana al mediodía, mi querido y pobre viejo, recibí tu estupenda y larga carta tan deseada. Me conmovió hasta las entrañas. He llorado. ¡Cómo pienso en ti, mi inestimable bribón! ¡Cuántas veces al día te recuerdo y te añoro! Si me encuentras a faltar, tú también me haces falta! Y caminando con la cabeza erguida por las calles, mirando el cielo azul, las celosías de las casas y los minaretes cubiertos de pájaros, sueño con tu persona, como tú en tu pequeña habitación de la rue Beauvoisine, frente a tu chimenea, mientras que la lluvia se desliza sobre tus cristales y Huard está ahí. Debe hacer frio en Rouen ahora, ese viejo y condenado frío tan fastidioso. Se te mojan los pies y te jorobas pensando en el sol. Cuando nos volvamos a ver, habrán pasado muchos días, quiero decir muchas cosas. ¿Seguiremos siendo los mismos, nada habrá cambiado en la comunión de nuestros seres? Estoy demasiado orgulloso de nosotros mismos para creerlo. Trabaja siempre, sigue siendo así. Continúa con tu desagradable y sublime manera de vivir, y luego intentaremos hacer resonar la piel de esos tambores que tensamos tan reciamente desde hace tiempo. Busco por todas partes algo interesante que contarte. Hasta el momento no he encontrado nada, salvo que en Menfis corté dos o tres ramas de palmeras para hacerte bastones. Me entrego intensamente al estudio de la perfumería y a la composición de ungúentos. Anteayer me comí la mitad de una pastilla , por lo que tuve el cuerpo encendido durante horas. Creía tener fuego en la boca  (Tal vez se refiere al hachis o algún otro alucinógeno) . Frecuento mucho los baños turcos. He devorado los versos de Melaenis. Pero vamos,  calmémonos. Quien no supo frenarse jamás supo escribir. Yo requeterreviento en este instante. Tengo ganas de propinarte una andanada de puñetazos. Todo tropieza y se embrolla en mi cerebro enfermo. Intentemos poner orden en él.
Primero, no soy de esas personas que no mantienen sus promesas " ¿o no responden de ellas?" Sí, lo dije. ¡Y además me lo pregunté en voz alta! Era de mañana, el sol se elevaba frente a mí, todo el valle del Nilo bañado por la niebla parecía un mar blanco, inmóvil, y el desierto detrás con sus montículos de arena era como otro océano de un violeta oscuro, en el que cada ola se hubiera petrificado...


El blog de marpin y la rana

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