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martes, 22 de febrero de 2011

LA CAJA DE MADERA




Sabiendo un hombre que en pocas semanas iba a morir,  decidió arreglarlo todo. No tenía hijos y de sus parientes no sabía nada desde hacía años, así que dispuso dejar su casa, la única posesión que tenía,  como albergue para pobres, ancianos e indigentes. Con las escasas pertenencias que poseía (algunos libros, cacharros y muebles) montó un pequeño mercadillo. Su intención era  vender esas cosas para vivir sus últimos días y  pagar los gastos de su entierro, sin tener que pedir   ni ser una carga para  nadie. Siempre había vivido del trabajo de sus manos, habilidosas hasta extremos inimaginables, que sin tener previo conocimiento académico ni ilustrado habían sido capaces de arreglar cualquier cosa, desde una cañería, a zapatos rotos y toda clase de artilugios y cachivaches.Y así quería que siguíeran siendo sus días hasta el último instante.

Pronto  su tenderete estuvo casi vacío. Pocos se resisten a las gangas procedentes de las desgracias ajenas, y él lo sabía. Había visto retorcerse las manos de satisfacción a sus vecinos al comprarle por unas monedas objetos que a él le habían costado diez veces más. Pero no le importaba, sólo quería obtener el dinero justo para su sepelio.

Quedaba únicamente una caja. Era delicada y muy bella, hecha de maderas de distintos colores. Muchos le habían preguntado por el precio de esa caja, pero él había dicho que no estaba a la venta. 

-¿Y si no está a la venta, para que la tienes  ahí? 
- Por si aparece alguien  que merezca que le sea regalada. Su contenido es tan valioso que no hay dinero en el mundo para pagarlo- había respondido invariablemente aquel hombre.

La curiosidad de sus vecinos se extendió, y las semanas previas a su muerte recibió a muchas  personas aspirantes al regalo de la preciosa caja, pero nadie a su entender fue digo de ella. Murió una fría madrugada del 22 de Enero, abrazado a su caja. Pidió ser enterrado con ella. 

El enterrador, cuando quedó solo, se dejó llevar de la codicia. Seguro que aquel fiambre había metido todo el dinero ganado en la caja para llevarselo. Nadie se enteraría y es fácil robar a un muerto. Quitó la tierra que poco antes había echado. Abrió el ataud, y separando las frías manos del difunto, cogió la caja. Dentro sólo había una flor seca, y una nota manuscrita:  "El símbolo de mis horas de amor, las únicas que merecieron vivir esta vida. Me gustaría dejársela a alguien que entienda esta verdad.  Si no es así, será lo único que me acompañe en  mi tumba", podía leerse en ella. 

El enterrador miró la caja con desilusión. La vendería en el pueblo de al lado, y quizá le dieran algunas monedas para vino. Tiró la nota, ya que no sabía leer, y la flor. Ésta cayó encima del féretro y ambos fueron  cubiertos por la tierra. Después, se fue a la taberna, como cada noche. 

Ranita 

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Tu cuento es horrible. El blog es horrible. No vales para nada Rana. Eres la verguenza de los escritores

Anónimo dijo...

Eres libre de opinar , para mi tus palabras denotan odio y asco hacia ti mismo. Te sugiero que no vuelvas por aquí.
Marpin_

escuchando palabras dijo...

Ay...no puedo creer el comentario de esta persona, q hostilidad, el punto es q da la cara no lo hagas de forma anonima, esto te convierte a vos en un ser HORRRIBLE, espero q esto sea una broma, besos

Anónimo dijo...

El cuento es precioso, ni caso al primero.

Núria dijo...

El cuento es precioso y a cualquier persona con n mínimo de sensibilidad le gusta.
Un gran abrazo!
Núria