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jueves, 4 de noviembre de 2010

LA DESGRACIA DE SER JUDÍO, PARA FREUD.




Sigmund Freud

A los 40 años, Freud no sólo se siente reprimido por su eterna pobreza y sus complejos de inferioridad, reniega de su padre por razones que son también en grado sumo, las de la vida; a los 80 lleva a cabo la misma negación precisamente porque sólo tiene ante sí la atroz perspectiva de la decadencia espiritual y la angustiada espera de la muerte.
Según Kafka, la docrina freudiana halla ante todo su sentido dentro del contexto de la vida judía presente, una vida hecha de penas y alegrías como cualquier otra, pero con la diferencia de que, forzada desde dentro a comentarse a sí misma, también desde siempre es vida escrita, producida, no antes, sino casi al mismo tiempo que su propio texto explicativo. Esas penas y alegrías, de las que Freud es actualmente el intérprete (y en cierto sentido el profeta, puesto que sobrevienen con algún atraso respecto de su explicación), no ofrecen a Kafka la ocasión de nombrarlas; pero que éste habla de ellas con conocimiento de causa -al menos en lo que incumbe a las "penas", pues las "alegrías" no son, precisamente , ya se sabe, su fuerte.


-Marthe Robert-



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