Cerraron sus ojos, que aún tenia abiertos;
taparon su cara, con un blanco lienzo;
y unos sollozando,
y otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron.
La luz, que en un vaso
ardía en el suelo,
el muro arrojaba
la sombra del lecho;
veíase, a intervalos,
dibujarse rígida
la forma del cuerpo.
Despertaba el día,
y a su albor primero,
con sus mil ruidos
despertaba el pueblo;
ante aquel contraste
de vida y misterios,
de luz y tinieblas,
medité un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!
-Becquer-
El blog de marpin y la rana
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