Es la Santa Compaña -o estantigua, o sea hueste antigua- la procesión de los muertos, de los de cada uno, que pasan en ciertos días y a ciertas horas -de noche sobre todo- por el espacio, bajo el firmamento.
Hojas que se nos van, ahornagadas, amarillentas o rojizas, secas, como las de los álamos de la ribera en otoño, o a perderse en el río o a formar mantilla que abrigue el pie del árbol y abone su venidero follaje de primavera. Y deja uno, desalentado, sin huelgo, esas hojas cotidianas de la prensa, las echa de lado y, mirando al techo del cuarto -no al del cielo-, se pone a soñar despierto. ¿Despierto? Y ve pasar, sellada y consagrada por la muerte, la Santa Compaña. O la estantigua.
-Miguel de Unamuno-
Marpin y la Rana.
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