El amor a la naturaleza consolará a Chéjov en los momentos más trágicos de su vida. En su juventud él ya la amó con un amor instintivo, total y melancólico. Le gustaba sentarse a la orilla de un río, con la caña de pescar en la mano, haciendo como que pescaba a fin de ocultar a los demás su profunda meditación. Al igual que otro enamorado de la naturaleza, Sergio Aksakov, cuyas Memorias de un cazador y un pescador hicieron sus delicias, Antón Pavlovich asociará, a lo largo de su vida, la posición meditativa del pescador a la del poeta bucólico que hay en él.
Él ama la serenidad de estos paisajes, su total indiferencia a la agitación humana que envenena su vida. ¡Cuántas preocupaciones! Preocupaciones de dinero, preocupaciones familiares debidas a la pasividad de sus padres, a la indignidad de sus hermanos: "Nicolás bebe, está enfermo, gana poco. Alejandro no vale nada" (1884)
Marpin y la Rana.
2 comentarios:
Me voy a tatuar la primera cita, jeje.
besos
Este blog es muy raro
//Alis//
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