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domingo, 4 de diciembre de 2011

CONSUELO DE LA CARROÑA. No, yo no, Consuelo de la Carroña, Desesperación,


yo no me regocijaré en ti;
no desenredaré, por más flojas que estén, estas
últimas hebras de hombre
en mí; ni por más agobiado que esté, gritaré;¡no
puedo más! Yo puedo;
puedo algo, esperar, desear que el día llegue, no
escoger el no ser.

Pero ¡ah! pero ¡oh! Tú, terrible, ¿Has de echar
brutalmente sobre mí
la roca tuerce-mundos de tu pie derecho, poner
sobre mí una pata de león, escudriñar
con devoradores ojos de sombra mis huesos
machacados y aventarme,
¡oh!, en remolinos de tempestad, a mí amontonado
allí, frenético por librarme de Ti y huir?
¿Por qué? Que mi paja al viento vaya; que mi
grano quede limpio y claro.
Y todavía en todo este trabajo, este fracaso, pues
que así parece, yo besé la vara,
la mano digo, mi corazón, ¡ay! lamiendo sorbió
fuerza, robó alegría, quiso reír, aplaudir.

¡Aplaudir! Pero ¿a quién? ¿Al héroe cuya celeste
maniobra me abofeteó, cuyo pie me aplastó?
¿O a mí que le combatí?  ¿Oh! ¿A cuál de los dos?
¿Es quizá a los dos?...Esa noche, ese año
de ya disuletas tinieblas, yo , pobre deshecho
humano, caí por tierra luchando con (¡ah mi
Dios! mi Dios.
(Trad. de A Martínez)

El blog de marpin y la rana

                    





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