No te demores y no pierdas un segundo. Te esperamos. Tu lugar es aqui, aquí con nosotros.
A Wilhelm K.
Querido amigo:
Es injusto que te burles de mis prisas. El cochino dinero se desliza por entre mis dedos a tan alucinante velocidad que, con el honrado temor de no poder atender mis obligaciones, intentaba depositar mis caudales en tu caja fuerte. Al realizarlo hoy, me quito de encima el consabido peso.
Gracias por la amistad que me muestras sacándome de mi apuro. Si hay un Dios, tomará nota de tu acción y te dará ciento por uno, y si no lo hay, existe por lo menos un hombre sobre la Tierra que lo recordará, considerándola una razón más en su afecto hacia ti. También te adjunto una colección de mis trabajos, no completos según tengo buenas razones para sospechar, porque espero la correción del tercero, y el cuarto y quinto pugnan por salir a mi mente presciente, a la que asustan tanto como atemorizaban a Macbeth los espectros de los reyes ingleses: Qué, ¿va a prolongarse esto hasta el día del Juicio Final?
Durante estas vacaciones me he mudado a otro laboratorio, en el que preparo mi verdadera profesión: desollar animales o torturar seres humanos, y cada vez me inclino más por lo primero.
Con saludos cordiales, tuyo, Sigmund Freud.
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