EL BLOG COMPARTIDO

domingo, 5 de septiembre de 2010

A Mathilde Vollmoeller-Purrmann.





Vista de Toledo


  
Toledo, Hotel de Castilla, 14 de noviembre de 1912.

El mayor deseo, representarle de alguna manera esto de aquí; unos saludos; palabras, pocas; muchas, nada alcanza aquí; habría que poner en escena algo terrible. -Montañas, yo no sé desde cuándo, desde qué día de la Creación, montañas recién terminadas, y un río joven que a una de ellas, aprisionándola en un apretadisimo lazo la insta y la estrecha hasta el punto que, asustada por el nudo que la ahoga, se rompe de pronto en una ciudad-(así de manera tan demencial hay que decirlo a espaldas de la verdad).y en frente, como en el primer día, las montañas indómitas, amenazadoras, raudas, rudas, separadas de uno por un tanto de abismo como las fieras en Hagenbeck; y abajo, en el fondo, el río indesgarrable, a cada vuelta otro, con su azul acerado, irisado en los sitios donde se espeja, en los dos sitios por donde los incomparables puentes lo pasan con acabada maestría. Luego lo inconfundible de las puertas, lo arriscado de las torres, lo hermético de los muros: y más allá de toda medida, las rejas rejas, esta pura potencia de todas las cosas,...si, yo lo digo, y en usted está el creerlo o no, pero cuando se está aquí no cabe elección, realmente no cabe, yo creo, yo creo, es realidad, y tan resolutamente se impone que se acoge y se lleva como una tarea, como una intervención, como una visión. Es una validez más allá de si misma, algo asi como la tierra que sin dejar de ser tierra está ya muy próxima a actuar como roca y a adoptar en el espacio el aspecto de un astro...)

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