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jueves, 19 de agosto de 2010

Recordando a Gustave Flaubert.







No era ni un campesino ni un proletariado y vivió en principio,  de sus rentas. Rentas , por otra parte cada vez más exiguas, hasta desembocar cinco años antes de su muerte, en la ruina. Muy pronto declara que en esta sociedad el "único" papel que va a jugar es el de "parásito".¿Invocando su vocación de escritor?   Sin duda. Durante toda su vida,  Flaubert estuvo obsesionado por los viajes, o más bien por el viaje,  en tanto que extrañamiento, descubrimiento y evasión. El viaje es como un alejamiento violento del medio en el que vive, cuya mezquindad no tarda en percibir. El rechazo del mundo es una afirmación de sí mismo.
A menudo decía.  No haré sino decir la más cruel, horrible y desnuda de las verdades. El que ahora vive, el que ahora soy, no hace más que contemplar al otro,  que ha muerto. - Y una de sus armas es la irónia. "Pues hay que ser un hombre útil y tomar parte en el reparto del botín, beneficiando a la humanidad y llenándose los bolsillos de la mayor cantidad de dinero posible"
La locura es sabiduría. No haré sino decir la verdad. El puerto, el eterno puerto, el patio adoquinado. Y, por último mi cuarto, el mismo ambiente, el pasado a mis espaldas y como siempre ¡la vaga apariencia de una brisa más perfumada! "Como siempre". Flaubert no gozará realmente de las alegrías del viaje, hasta el momento en que éste ha finalizado. Se dejará acunar por sus imaginaciones, sus recuerdos, sus sueños. Reniega de este mundo formado por diversas capas sociales enfrentadas entre sí, como de este mundo que cierra sus filas frente a un enemigo común; el arte y los artistas, campeones de la inutilidad.
La escritura, con sus arranques, es decir, con sus errores y sus dudas, es una manifestación del ser, es libertad, es otra forma de una vida. ¡Vivan los poetas y las poetisas!

Gustave Flaubert


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