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lunes, 8 de marzo de 2010

RELATOS NUESTROS DE CADA DIA: ASI PODIA HABER SUCEDIDO

Edvard Munch: Consolation, 1894. (Munch Museo, Oslo)


Es Lunes, 8 de marzo. A las seis y poco, me llama. "Estoy abajo, junto al kiosko". El atardecer cede su lugar mansamente a la noche. Me está esperando, su alta figura destaca al contraluz de las farolas recien encendidas.

- Se te ve cansada, pero estás guapa -me dice para animarme- sabiendo yo que mi aspecto deja bastante que desear.

- No tengo demasiado tiempo- le explico- Ya sabes que no puede estar mucho rato.

- No te preocupes, con unos minutos bastan.

Empezamos a pasear alrededor del centro hospitalario. Comienza a caer una finísima lluvia que en absoluto nos molesta. El aire fresco, es una bendición tras el espeso y triste ambiente de los olores del hospital, que tan mal llevo.





Hablamos de cosas sencillas. No arreglamos el mundo, no hallamos uno de los pedazos de la piedra filosofal, ni la clave de la existencia. En algunos momentos el silencio se interpone y a ambos nos toma del brazo, como un viejo y buen amigo que sabe, que ciertas confianzas le son permitidas.

- ¿Quieres un café con leche ? Te invito.
- De acuerdo,-le respondo yo.

Nos tomamos el café con complicidad. Azucarado de alguna ocurrencia de las suyas, de las que no te esperas y de risa te partes. Me espabilo a base de carcajadas. Me doy cuenta que siempre sabe hacerme reir, hasta en los peores momentos.

- !Pero qué barbaridad!- le digo con lágrimas de risa.
- Es la vulgar elegancia, amiga mía- me dice él. !Ahora tienes otra carita, niña!

Salimos del bar y me echa el brazo por los hombros. Mientras caminamos noto su calor y lo agradezco tanto. Lo malo será cuando desapareza y empiece a añorarlo.

Llegamos de nuevo al hospital. Apenas ha transcurrido media hora. Vemos un banco y sé que pensamos lo mismo, no hay tiempo.
Antes de despedirse, me suena la nariz que la tengo helada, y me dispara una batería de recomendaciones y medias regañinas. Que no estás comiendo nada. Abrigate el cuello. Bebe mucha agua. Cuando flojees invoca a doña serenidad, y cada vez que tiemble la tierra bajo tus pies, invoca a doña Templanza. A ti como no se te digan las cosas, se te olvidan. Ah, no te dejes abierta la cremallera del bolso. Ay, que tú para eso eres un desastre.

Yo le miro y no puedo evitar emocionarme.

- Ven aquí, "pequeñina".

Me abraza fuerte. Un abrazo envolvente de esos que te rodean completamente. Yo también le acaparo y aprieto cuanto puedo. Sé que es un instante de esplendor y no quiero que se escape.

- No estás sola- me dice.

-Lo sé-contesto yo.

Cuando su espalda apenas es visible, le grito:

- !Por la noche me pongo tus zapatillas! Ya no veo su sonrisa, pero la puedo sentir.


La Rana.-

1 comentario:

Anónimo dijo...

Durante un momento he pensado que era él y yo.

Nuestra ((( battle future)))