Catalina Erauso. La monja alferez.
Corría el año 1596, cuando una criatura de cuatro años llamada Catalina fue internada y enclaustrada en el convento de San Sebastián el Antiguo: Parecía que su suerte estaba echada, pues además su tía era la priora del lugar, pero el destino o la osadía de aquella muchacha, decidieron otra cosa. Nunca llegó a procesar como monja y se convirtió en Pedro de Orive o Francisco de Loyola o Alonso Díaz Ramírez de Guzmán o Antonio de Erauso, múltiples identidades para definir un carácter pendenciero, amigo de disputas y peleas, de tabernas y de una vida absolutamente vetada a una mujer y más aún a una religiosa. Se embarcó dos veces para América, y fue de aventura en aventura, de trifulca en lid y de mamporro en bofetada. Tenía una habilidad especial para meterse en líos por su carácter bravucón y chulesco, más la suerte le ayudaba siempre a salir de los embrollos bastante airosa. Vivió la vida de un hombre dentro de un cuerpo de mujer disimulado por sus ropajes y ademanes masculinos.
En Sanlúcar de Barrameda se embarcó para las Américas en un galeón del capitán Esteban Eguiño. Tras pasar por Cartagena de Indias, el navío volvía ya a España, pero Catalina le robó 500 pesos a Eguiño y se escapó embarcándose para Panamá. Allí se acomodó con otro soldado, con quien se salvó de un naufragio. Le gustaban las mujeres, y así lo dejó dicho en sus memorias. Alta, andrógina, con pechos pequeños y voz grave, no le resultaba difícil disimular su condicion femenina. En Chile, Catalina participó en algunas de las más terribles y crueles batallas contra los nativos. Después se produjo uno de los episodios más tristes de la novicia-soldado. En una pelea, tuvo la mala fortuna de matar a su hermano. Le enterró y escapó caminando por la costa hacia Tucumán. Sin agua, sin comida, Catalina describe cómo sacrificó a su caballo buscando algo que llevarse a la boca. Matanzas, heridas, seduciones a mujeres de las que luego debía dejar escapar, y muchos avatares tuvo Catalina en esos tiempos. En Guamanga, con una herida de espada y al borde de la muerte, confesó al obispo del lugar su verdadera identidad y su delirante trayectoria. Unas matronas testificaron no sólo que era mujer, sino además virgen. Así que el obispo perdonó los excesos, la vistió de nuevo de monja y la metió en un convento. Todos pensaban que la Inquisición se cebaría con ella, sin embargo se hizo famosa y volvió a su patria despertando tanta sorpresa, que la recibió el mismísimo rey Felipe IV y le concedió una pensión como soldado. Pero lo más sorprendente de todo, es que el Papa le otorgó la facultad de usar ropas masculinas y la posibilidad de ser en público lo que siempre había querido ser.
En Sanlúcar de Barrameda se embarcó para las Américas en un galeón del capitán Esteban Eguiño. Tras pasar por Cartagena de Indias, el navío volvía ya a España, pero Catalina le robó 500 pesos a Eguiño y se escapó embarcándose para Panamá. Allí se acomodó con otro soldado, con quien se salvó de un naufragio. Le gustaban las mujeres, y así lo dejó dicho en sus memorias. Alta, andrógina, con pechos pequeños y voz grave, no le resultaba difícil disimular su condicion femenina. En Chile, Catalina participó en algunas de las más terribles y crueles batallas contra los nativos. Después se produjo uno de los episodios más tristes de la novicia-soldado. En una pelea, tuvo la mala fortuna de matar a su hermano. Le enterró y escapó caminando por la costa hacia Tucumán. Sin agua, sin comida, Catalina describe cómo sacrificó a su caballo buscando algo que llevarse a la boca. Matanzas, heridas, seduciones a mujeres de las que luego debía dejar escapar, y muchos avatares tuvo Catalina en esos tiempos. En Guamanga, con una herida de espada y al borde de la muerte, confesó al obispo del lugar su verdadera identidad y su delirante trayectoria. Unas matronas testificaron no sólo que era mujer, sino además virgen. Así que el obispo perdonó los excesos, la vistió de nuevo de monja y la metió en un convento. Todos pensaban que la Inquisición se cebaría con ella, sin embargo se hizo famosa y volvió a su patria despertando tanta sorpresa, que la recibió el mismísimo rey Felipe IV y le concedió una pensión como soldado. Pero lo más sorprendente de todo, es que el Papa le otorgó la facultad de usar ropas masculinas y la posibilidad de ser en público lo que siempre había querido ser.
Post basado en un artículo de la Revista "Muy Interesante"
José, para El Blog de Marpín y La Rana
2 comentarios:
Me gustan los hechos históricos y perderme en esas historias añejas así que estos posts me encantan. En todos los tiempos cuecen habas. Y todo se ha vivido. Incluso lo inimaginable.
Hola amigos.
Es realmente admirable la valentía de esta mujer.
Gracias por dejarnos esta información tan interesante.
¡Besos y hasta pronto!
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